El fraude de mostrarse vulnerable
El fraude de mostrarse vulnerable

¿Te gustó el artículo? ¡Compártelo con tus amigos!

4 min de lectura

Inicia tu proceso terapéutico

Agenda tu recepción de caso y descubre cómo podemos acompañarte
4 min de lectura

El fraude de mostrarse vulnerable

Bajar las armas y abrir las defensas no muestra quienes somos en realidad.

La metodología psicoanalítica indica que el sujeto no se defiende porque quiera, es decir, algo actúa más allá de su voluntad en contra del cambio, del tambaleo, de lo inestable. Sentirse expuesto es lo que activa la orden de resguardo y ataque simultáneamente. Así puede mantenerse centrado en su síntoma, manteniendo ese amor-identificación con el diagnóstico.

Esto se evidencia en el habla del paciente, quien está convencido de que las cosas que dice en sesión no están relacionadas, de que los olvidos y lapsus no tienen valor, de que pone énfasis en unos temas mientras margina otros como tonterías o sinsentidos. Estos simples actos pueden transformarse en las más sofisticadas deformaciones inconscientes, de tal forma que el paciente olvide una experiencia traumática, tenga comportamientos autodestructivos o se vea incapaz de alzar la voz mientras lo entierran vivo.

Que todos estos elementos pasen por el criterio del paciente para discernir entre lo importante y lo desechable es lo que le permite seguir el hilo de una conversación normal. Sin embargo, en el consultorio no se habla de forma cotidiana. Entonces, ¿qué hace distinta la manera de hablar en el dispositivo analítico?

Exigirle al paciente que baje sus armas no tiene sentido analítico. Tampoco hacer que el propósito del proceso sea ser auténtico o llegar a la vulnerabilidad. Las defensas son estructurales y no mecanismos voluntarios. Es más, cuando el paciente accede a la demanda del psicólogo que le pide desarmarse y mostrarse vulnerable, rápidamente se construye una nueva ficción. Esto aumenta el sufrimiento y permite ver que no hay un yo auténtico tras la defensa.

Para eso se idea la regla fundamental de asociación libre, que tiene un único componente: hable de todo lo que le venga a la mente sin importar lo qué sea. Esta es la herramienta por excelencia de la que dispone el analista para hacer de las defensas algo susceptible de ser leído, para abrirse paso y llegar a esos lugares en donde el sujeto se siente vulnerable. Lo que permite la asociación libre es que el sujeto manifieste las defensas inconscientes en el propio acto del habla, lo cual es el preámbulo para la entrada del inconsciente.

Desde que se le anuncia al paciente esta regla, se desactiva todo criterio del paciente para determinar si algo es valioso o no dentro del dispositivo. Ahora es el analista quien actúa como intérprete de ese material, quien va a determinar el peso de cada idea y de cada palabra. Esto le confiere la responsabilidad de evaluar la potencia y el valor del olvido, lapsus o pensamiento intrusivo que para el paciente resulta infértil o un callejón sin salida.

Sin embargo, esto no quiere decir que el analista sea el amo del sentido o que el paciente deba obedecer lo que diga el analista, sino que es el analista quien va a determinar qué cuestionar, señalar o interpretar. En otras palabras, será la escucha analítica la que oriente la dirección de la cura.

Con la asociación libre lo que se pretende es que el paciente no pueda calcular qué decir; en consecuencia, la tarea de calcular ese valor e identificar lo sintomático pasa a ser función del analista. Un rol sumamente activo que no se limita a escuchar. En cambio, es una función que guía el discurso y la verdad que se produce en el dispositivo, de forma no alienante, hacia elementos que para el paciente no tienen importancia, pero que bajo la lectura del analista están en primer plano para el trabajo terapéutico.

Solo cuando las defensas se convierten en palabra, el inconsciente deja de ser un muro para volverse puerta.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *