No más terapias de fábrica
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No más terapias de fábrica

La industrialización y el ensamblaje en serie han convertido los procesos terapéuticos en espacios inertes.

¿Qué está mal con la terapia industrializada?

En la fábrica de terapias no se piensa, se copia del molde sin salirse. No está permitido experimentar, crear, dejar que la teoría y el caso nos atraviese como profesionales, psicólogos, analistas o humanos. En el caso del psicoanálisis, se debe saber que la estandarización comete el error de convertir los principios flexibles en reglas rígidas.

Como consecuencia, se elaboran ideas como la obligatoriedad del diván como requisito para haber pasado por un psicoanálisis real o para ser un psicoanalista de verdad. Este tipo de mandamientos se instalan como verdades absolutas que pierden su conexión con la teoría, que es lo que debe fundamentar el quehacer analítico.

Los psicólogos y analistas deben acercarse a lo que Sigmund Freud, Jacques Lacan y Sandor Ferenczi, entre otros, expresaron como la elasticidad de la técnica. Es una posición de humildad y reconocimiento del otro, que dota a la técnica terapéutica de cierta flexibilidad para que el consultorio y el proceso se adapten a los distintos momentos del tratamiento, de la sesión, del paciente y del analista. Aunque esto no quiere decir que valga cualquier cosa.

Cuando los elementos técnicos y terapéuticos se vuelven reglas, como la duración de la sesión o elementos más graves como el contenido de la sesión, es decir, lo que el paciente puede o no puede decir, la consecuencia es claramente nociva con la libertad del paciente.

En vez de hacer un bien bajo la justificación de la veracidad empírica, se constriñe al paciente desde una posición de autoridad del saber. La lógica que se sigue es que yo sí sé y tú no sabes, lo que presiona al paciente a caber en el molde prefabricado, a esculpirse sin mirar los restos para entrar en el proceso terapéutico con un método de reglas sin sentido.

Además de coartar al paciente, entender el psicoanálisis como reglas universales estrictas impone al analista una única forma de pensar. La industrialización está en asumir que hay una única manera de pensar la teoría psicoanalítica. Entonces, además de crear pacientes al antojo de las reglas, se forman analistas que se encargan de repetir imaginariamente lo que les dijeron en la universidad o el instituto. Se impide la creación y el motor de avance.

Violentar la subjetividad, sea del paciente o del analista, supone hacer del proceso terapéutico algo fabricado y árido.

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