Un bozal para un perro que no muerde
Un bozal para un perro que no muerde

¿Te gustó el artículo? ¡Compártelo con tus amigos!

3 min de lectura

Inicia tu proceso terapéutico

Agenda tu recepción de caso y descubre cómo podemos acompañarte
3 min de lectura

Un bozal para un perro que no muerde

El encuadre es mucho más que ser empático, cuestión que muchas veces es mal explicada como ponerse en los zapatos del otro; también supera pensar sobre la acomodación de las sillas en el consultorio, algo no menor.

Tener un marco contundente pero flexible desde el cual se pueda desplegar el dispositivo analítico es fundamental. Eso es el encuadre, pero ¿cuál es su función? De forma sencilla, sirve para proteger al analista de la locura del paciente. Porque es desde ese marco de autoridad que se ponen las reglas del tratamiento con cuestiones como el pago, los horarios, los festivos, las vacaciones, la regla fundamental, las llegadas muy tarde o muy temprano, los recargos, los ajustes de honorarios, entre muchos otros.

Entonces, tener estas reglas de antemano acordadas con el paciente sirve para que ante cualquier obstáculo en el tratamiento, remitirse a ese pacto. Claro está que la posición del analista ante una inasistencia o una falta de pago, así como a cualquiera de los elementos del encuadre, debe ser analítica. Nunca se juega asistir o faltar solamente es algo que debe tener claro el psicólogo.

Pero el encuadre también protege al paciente de la locura del analista. No podemos ser tan ingenuos de pensar que el psicólogo no está también regido por su inconsciente y hetero determinado tanto como el paciente. Las fantasías del analista o sus síntomas inconscientes pueden tener una influencia directa en el proceder del proceso, como la cuestión del miedo a confrontar o las ganas de herir al paciente. La protección es hacia el dispositivo analítico en donde se despliega el discurso y se busca la cura.

Existen cierto tipo de agentes que muestran un claro rasgo perverso. Son aquellos que no piensan en el encuadre, ni siquiera aplican cosas mínimas. Se la pasan mordiendo a los pacientes, aseverando que nadie sabe excepto ellos, poseedores religiosos de la razón. Esto solo lleva a inventarse reglas en el camino y a intentar enfrascar al paciente en un modelo, en una fantasía: mis pacientes son así y las personas curadas tienen determinadas características estáticas.

Por otro lado, el analista neurótico, consciente del encuadre, sabe que sin eso todo es más peligroso, más azaroso. El analista no puede permitir que el dispositivo quede a merced de ninguna de las dos locuras, por eso lo implementa, lo piensa, lo cambia y lo pone a prueba. No busca agredir, sino encontrar su estilo ético.

En todo caso, encuadre lo usan analistas que de todas maneras no iban a morder.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *